Estela Valdés, columnista invitada

Por: Estela Valdez.

De toda esa gente que defiende como si defendiera la última gota de agua en el desierto, la idea de fortalecer las familias disfuncionales, de querer erradicar el día del padre y de la madre, por el “día de la familia diversa”, quisiera conocer cómo pasó su infancia.
Tal vez no todos ellos, pero noventa y ocho de cada cien, habrán sufrido abusos, abandono, indiferencia, maltrato, algunos no abran conocido a sus progenitores, y por supuesto que estarán resentidos y tendrán rabia de la suerte que les toco vivir, ellos no tienen la culpa, ni la sociedad, mas los padres que les alcanzo tener, o el entorno en el que les toco vivir.
Son almas frágiles, vulnerables y listas para ser tomadas por ideas de revancha y odio contra todo aquello que representa lo que ellos no tuvieron, por lo tanto entienden que nadie puede tener, o volver a tener.
Es difícil que una persona, que haya crecido en un entorno de amor, de afecto y de respeto quiera quebrar este modo de vida, por uno en el que la soledad, el desamor, y el resentimiento sean las referencias.
¿Serán la necesidad de amor, apego familiar, y saberse importantes para alguien, los gritos que se ocultan detrás de los discursos que quieren cambiar al mundo, y decirles a los niños que pueden ser niñas si quieren y cuando quieran, y viceversa?, ¿será el miedo de ser los únicos en estar solos el que resuena en cada acción contra la inocencia de la niñez?
No puede ser más fuerte el odio al amor, el mal al bien, la oscuridad a la luz, por supuesto que no lo es, pero ¿a cuántos lastima y alcanza?, y bien sabemos los que amamos, y tanto somos como fuimos amados; que no existen el odio, el mal o la oscuridad, sino la ausencia del amor, del bien o de la luz.
Un abrazo, un te quiero, o vos podes, intenta nuevamente, un conta conmigo, estoy aquí para vos, te extrañe, que bueno verte, o que rico beso; es todo lo que necesita cada ser humano, y es tan fácil de sentir, como entregar.
No descuidemos nuestro hogar, no dejemos de dar amor a nuestros hijos, este será por siempre el mayor escudo contra el mal, contra los discursos y las acciones nocivas, contra quienes piensan que son más inteligentes o mente abiertas por apoyar aquello bien sabe en el fondo de su ser que no está bien, pero lo hace porque quiere ser aceptado, y esta es también es una señal de soledad.
De los hogares, de nuestros brazos, o de la ausencia de ello, salen los ciudadanos que pueblan el mundo; una vez mas y como siempre, vale la pena recordar la importancia de un abrazo, de un tiempo de calidad, de una buena charla, aunque parezca tan poca cosa, es todo lo que el mundo necesita para volver hacia la luz, solo hace falta un poco de amor!